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domingo, 26 de febrero de 2012

Mi historia de amor jodida

Yo también puedo escribir una jodida historia de amor.
Esto fue lo que soltó el escritor Carlos Salem, el Bukowski de Malasaña,
dando un sonoro puñetazo a la barra del bar,
cuando un amigo le comentó durante una noche de borrachera que jamás sería capaz de escribir una historia de amor bonita.

O una historia de amor a secas.

Estoy pensando en esta anécdota que dio origen al libro que estoy (re)leyendo estos días, mientras espero a que me traigan el café que acabo de pedir.

La camarera, con cierto aire chulesco y mascando un chicle de menta tal y como haría un koala con una rama de eucalipto, deposita mi café en el único rincón que queda libre en la mesa entre tanto periódico abierto.

Estoy sentado en MI mesa, que da a una gran ventana desde la que puedo ver la calle Alcalá con el Retiro de fondo. Lo cierto es que no se trata de MI mesa strictu sensu, sino que existe un acuerdo tácito con el resto de camareros y parroquianos, como ocurre con el sofá de Friends del Central Perk, para que yo ocupe esa mesa cuando voy. Me la he ganado a base de cafés y gin tonics.

- Aquí tienes tu cortado- me suelta la camarera, sin mirarme, inundando el plato del café desbordante de la taza.

Odio cuando ocurre esto.
Y, como siempre, me lo han puesto a una temperatura fantástica para hervir una langosta pero no tanto para beberlo sin sufrir quemaduras de tercer grado en el esófago.

Mientras espero a que el café se enfríe , clavo la vista en la enorme ventana, tal vez por encontrar inspiración mientras veo a la gente pasar por las frías calles.

Y de pronto, el mundo se detiene en seco, y con él, el ruido del bar, los coches de la calle, la hoja que se cae de aquel árbol y el viento.

Porque estás ahí de pie, esperando un  taxi, y es como si el tiempo no hubiera pasado, o como si hubiera pasado y te hubieses estado arreglando desde aquel último día que te vi, porque estás obscenamente guapa. Ridículamente guapa. "Pongan-aquí-el-adverbio-que-quieran" guapa.

Doy un pequeño sorbo al incandescente café, sin apartar la mirada de ti, y me siento como uno de esos policías de las películas americanas, observando a través del cristal por el que puedes mirar y oír al sospechoso a punto de ser interrogado, mientras estudio tu lenguaje corporal y tu forma de ponerte de puntillas para ver si viene un taxi libre.

Y empieza el interrogatorio. 


Y me pregunto qué te parecerá el nuevo James Bond, tú que fuiste siempre tan de Pierce Brosnan. Me pregunto con quién beberás las copas ahora hasta las tantas y si sigues defendiendo que DINOSAURIO es una opción perfectamente válida como animal cuando juegas al STOP.

Me pregunto si seguirás oliendo a Nivea, si continúas diciendo que has perdido el móvil de cada restaurante del que sales, si sigues siendo tan nefasta jugando a las palas y si sabes que por fin me leí el puto libro de los Pilares de la Tierra y que tampoco me gustó tanto porque cada página me recordaba a ti y que me acabó dando igual la construcción de la catedral porque yo siempre fui más de empezar las casas -y las catedrales-  por el tejado. Como aquel tejado al que te daba miedo subir pero desde el que se veía todo lo que había que ver por la noche. Y tú me preguntabas por las estrellas y yo me inventaba los nombres, las historias y el origen de cada una solo para impresionarte. Siempre fui un farsante con gracia. Pero eso ya lo sabes.

Y me pregunto si te sigue poseyendo el espíritu megalómano y conquistador de Gengis Kan cada vez que juegas al Risk. Me pregunto si te sigue gustando Viggo Mortensen, las canciones de Norah Jones y beber el café frío. Me pregunto si sigues manteniendo que el helado en tarrina es una blasfemia y el cucurucho de chocolate, una excentricidad. Me pregunto si te seguirá extrañando que me guste Tom Waits. Me pregunto si alguna vez supiste lo que me encantaba que untaras la mantequilla a las tostadas y lo bien que te quedaba el olor a pan quemado
Me pregunto si sabes que a veces te confundo por la calle con otras chicas y se me incendia algo en el pecho. Me pregunto si sabes que cada noche de verano que salgo por Cañadío te imagino saliendo de un bar, con tu ron-cola en la mano, tan negro como tus ojos, como aquel vestido, como las piezas de ajedrez que siempre elegías y como el anillo que llevabas y que ya no llevas por lo que veo ahora con mis ojos, que no son negros ni falta que les hace porque con los tuyos nos vale, nos basta y nos sobra.

Me pregunto si sabes que soy yo el que escribe por aquí, si sigues llorando con los bodrios de Kevin Costner y si te imaginas que cada puta vez que oigo una canción de los Secretos me acuerdo de ti. Me pregunto si eres más de Facebook, de Twitter o de ninguno, si usas Blackberry o iPhone, si alguna vez has pensado que cuando te conocí no existía Youtube,  si te seguirá desesperando que no sepa jugar al mus, si tus pestañas siguen pareciendo juegos de mano de un mago y si alguna vez volverás a pedirme que te cuente historias de piratas.

Me pregunto si te acuerdas de cómo me indignaba cuando decías que preferías a Elton John antes que a Sinatra. Me pregunto si sabes que estoy convencido de que ves Gossip Girl y que jamás lo confesarías para que no te diera la brasa, tal y como te la daba por ver Sexo en Nueva York y no mis "series de intelectual". Me pregunto si llegaste a hacerme caso y viste alguna. Y me pregunto si sabes que hace no mucho me tragué las seis temporadas de Sexo en Nueva York solo porque tú la veías. Me pregunto si sabes que no me gustó nada pero que soy mucho más de Aidan que de Big y que no soporto a la tal Miranda. 
Me pregunto si te acuerdas de cuándo hablábamos andando por Madrid de vivir en Nueva York y volar a Venecia, para beber vino francés, yo disfrazado de escocés y tú de geisha japonesa. Y me pregunto a quién coño querrías engañar tú de geisha, con esa piel de aceituna que tienes. Me pregunto si sabes que ahora me encantan los toros y que me acuerdo de ti cuando voy a Las Ventas. Me pregunto si sigues apostando a los caballos más flacuchos porque te dan pena. Me pregunto si sigues tan verbenas o si eres más de quedarte en casa. Me pregunto si sabes que todas las canciones hablan de ti (menos las de Pitbull). Me pregunto si sigues presumiendo de ganar a cualquiera a un pulso chino. Me pregunto si coincidiré contigo en una boda y si me pondré nervioso al saludarte o si me dará lo mismo. Me pregunto si sabes que las dos opciones me angustian por igual

Me pregunto si sabes que no hay nostalgia peor que añorar aquello que nunca jamás sucedió.

Me pregunto si sabes que te estoy viendo por esta ventana.

Me pregunto si sabes que no te voy a saludar y que me voy a quedar aquí sentado, viendo cómo te tocas el pelo, mucho más corto que como lo llevabas aquel junio que vivimos peligrosamente juntos.

Me pregunto si sabes que la vida son dos cafés. Un café como el cortado que me acabo de tomar. Así que ya solo queda uno. Y tú te has subido a ese taxi. Y tal vez no vuelva a verte en años.

Y me pregunto si sabes que eres mi jodida historia de amor. O mi historia de amor jodida.

Nos bebemos en los bares, querida

 

 

domingo, 19 de febrero de 2012

Mi pequeña y sucia putita



Dicen que hay que hacernos el amor con cariño, dándonos antes horas de placer oral y entonces suavemente, ¡oh, suavemente! penetrarnos mientras nos miras amorosamente a los ojos…

¿Quieres saber en realidad cuando pensamos en el mejor sexo que hemos tenido? 

Pensamos en rodillas arañadas y de las marcas en la espalda mientras nos mordíamos, agonizando de pasión. Mencianamos con nuestras amigas la vez que llenaste la bañera de pétalos de rosa y bla, bla, bla. Pero en verdad, fue aquella vez en el asiento trasero de un Corsa, con nuestras caras apretadas contra la ventana, la que nos puso a cien.

¿Queréis saber por qué todos los gilipollas se llevan a las tías buenas? Porque esperan que se lleven su indiferencia desenfadada a la cama. A pesar de lo que se diga, ninguna mujer quiere sentir que su hombre es inferior a ella.

El hombre perfecto, por supuesto, es cariñoso y respetuoso fuera de la cama, y se convierte en la bestia sólo después de cerrar las puertas.

El problema es el cacao mental que tienen las mujeres, entre la religion, los años de cultura en la que nos decian que el sexo no nos tenia que gustar y las feministas. Por desgracia, también obligan a la mujer a creer que si un hombre no proclama que se desvive por ella a cualquier precio, no la respeta.

Leí un artículo que decía que la violación era una de las tres mayores fantasías sexuales de las mujeres. Eso sí, hombres, no estoy diciendo que debáis salir ahí y violar a una mujer. Como en la mayoría de las fantasías, todo pinta mejor en nuestras cabezas que en la vida real. Lo que quiero decir es que tu mujer quiere un poco de agresividad, ¡un puntito de fuerza!

Y, ¿chicas? Dejaos de sentir mal de una puta vez por vuestros naturales deseos sexuales. Querer que te follen no significa que tengas poca autoestima. ¡No os pasa nada malo! En última instancia, el sexo es un instinto biológico y toda la propaganda feminista y religiosa del mundo no hará que eso cambie. Muestra tu igualdad sexual donde quieras: en el trabajo, en política, etc.

Pero en la cama, sé libre para ser la zorra de mierda que sé que quieres ser.



viernes, 17 de febrero de 2012

Y comieron perdices

Fundidos en uno, sentir juntos los latidos de su sangre, queriendose, apoyandose uno al otro.
El final de un cuento.
 El final de todas las tristezas.
 Felices para siempre.



En la vida real todo se desgasta.
Si en aquel momento se hubiera acabado el mundo, su historia hubiera quedado bella como un circulo.
Pero eso solo pasa en las novelas.
Todo se arruina viviendo.

jueves, 16 de febrero de 2012

Solteros


Algunos recuerdan a esas tapas de yogur en las que inevitablemente leíamos una y otra vez: "Sigue buscando, tu premio puede estar en el próximo Danone". Sigue buscando, piensan todos en el fondo de su alma de yogur. Sigue buscando, ronronean sus almas de solteros. 
Sigue buscando, aunque sea de vez en cuando, por Dios, a alguien con quien compartir mal aliento mañanero.



 



Nada Importa

miércoles, 15 de febrero de 2012

La facultad de sentirlo todo, de experimentarlo todo.
La entonación de una voz, un comentario irónico, un gesto de las cejas. 
No consigo poner barreras entre yo y los que quiero. 



Esta vez lo voy a intentar, saldré armada, con casco, acorazada, no dejaré que nadie me dé un navajazo. 
No funciona nunca... 

martes, 14 de febrero de 2012

Se agitaba, se sentaba, se volvía a levantar. Parecía destrozado.


Y entonces, un día, cuando tenía nueve años, al volver del colegio hacia las cinco, abre la puerta de casa y llama a su madre, como hace cada día. La llama y su madre no responde. Es muy extraño. Siempre está cuando vuelve del colegio. La busca por toda la casa pero no la encuentra. Ha desaparecido. Y sin embargo, cuando se marchó por la mañana no le dijo nada. Ni tampoco la noche anterior. Es cierto que se ha vuelto algo extraña... Se pasa la vida lavándose las manos, cierra la puerta con llave, esconde comida detrás de las cortinas, pregunta pero ¿dónde he metido mis zapatillas de baile? Cuando nunca la había visto bailar. Se pasa las horas delante del infiernillo de carbón, mirando fijamente las brasas, sin moverse. Pero esa mañana, cuando se fue, le dio un beso y le dijo hasta esta tarde...
Dos de sus primos, que viven con ellos, suben por la escalera. Les pregunta si saben dónde está su madre y sus primos le responden que está muerta. Que ha sufrido un ataque al corazón y la han enterrado enseguida. Y entonces llega su padre y le dice que su madre se ha marchado a descansar al borde del mar. Estaba cansada. Pronto volverá...
Y él se queda allí, al pie de la escalera. Intentando comprender lo que le han dicho. No puede saber lo que es verdad y lo que no. Sólo sabe que su madre ya no está.
Y la vida continúa y ya no se habla más de ello.
—De pronto se hizo un vacío dentro de mí. Un vacío terrible... A partir de ese momento, estuve continuamente triste. Nadie volvió a sacar el tema. Y yo no pedí explicaciones. Así eran las cosas. Se había marchado... Me acostumbré a que ya no estuviese allí. Me sentí responsable y creció dentro de mí un sentimiento de culpa. No sé por qué, pero me sentí culpable. Culpable y abandonado...
Su padre desapareció también. Se fue a vivir con otra mujer a otra ciudad. Le dejó a cargo de su abuela, que bebía, le pegaba y le ataba a un radiador cuando salía a beber al pub. No volvió al colegio. Aprendió a dar saltos, a hacer piruetas, contorsiones, muecas, a caminar sobre las manos, a quitarse el sombrero para recoger algunos peniques. Se marchó con la troupe a América, compartió con ellos la tourné, y cuando la troupe volvió a Inglaterra, él se quedó en Nueva York...
Y luego, un día, casi veinte años después, ya convertido en una estrella, una gran estrella, recibió una carta de un abogado que le anunciaba que su padre había muerto y que su madre vivía en un manicomio, muy cerca de Bristol...
Se quedó de piedra, me dijo. Como si el mundo se hubiese derrumbado a su alrededor. 

A su madre la había encerrado en un asilo su padre. Elias había conocido a otra mujer, quería vivir con ella, pero no quería pagar un divorcio, era demasiado caro. Había hecho desaparecer a su mujer. Como un pase de prestidigitador. ¡Y nadie se había vuelto a preocupar del asunto!
Me contó su encuentro con su madre. En el pobre y vacío cuartito del asilo. No sólo lo contaba, interpretaba la escena, volvía a revivirla. Imitaba las dos voces, la de su madre y la suya.
—Me precipité hacia ella, quería abrazarla y ella interpuso su codo entre los dos... "¿Quién es usted? ¿Qué quiere de mí?", gritó. "¡Mamá, soy yo! ¡Archie!". "Usted no es mi hijo, no se le parece nada, ¡no tiene la misma voz!". "Pero si soy yo, mamá, ¡soy yo! ¡Sólo que he crecido!".
Se tocaba el pecho diciendo "¡soy yo! ¡soy yo!" poniéndome como testigo.
—No quería que la estrechase entre mis brazos. Fueron necesarias varias visitas para que aceptara que me acercase, varias visitas para que dejase el asilo y se instalase en una casita que le había comprado... No me reconocía. No reconocía al pequeño Archie en el hombre en el que me había convertido..
 Al cabo de los años, las cosas mejoraron, pero ella se mantuvo siempre un poco distante, como si no tuviese nada que ver con ese hombre. Aquello le volvía loco.


Katherine Pancol

miércoles, 8 de febrero de 2012

Llamame y dime alguna tontería, como que estás hecho un lío o que no puedes dejar de pensar en mí. Como que se te olvida cuanto son dos y dos y que no puedes evitar sonreír cuando recuerdas mi sonrisa.

Llamame y dime que parece que todo te recuerda a mi.

Llamame y dime que no hay cosa que te guste más que perder el tiempo conmigo, que notas un algo en la tripa que no sabes lo que es y que te estás empezando a preocupar.

Llamame y dime que te lo pasas conmigo como con nadie, que no se te paran de ocurrir excusas para verme y que luego te falta el valor para llevarlas a cabo.

Llamame y dime que tienes ganas de hacer una y mil cosas conmigo. Que quieres enseñarme todo tu mundo y que te mueres porque conozca cada detalle sobre tí. Que quieres saberlo todo de mí. Que todo lo que ya sabes te parece poco.

Llamame y dime que nos vayamos a la playa. De repente. Como un par de locos. Que tienes ganas de que la gente nos mire como siempre lo hace cuando estamos juntos. Que alucinen con nosotros. Con el brillo de nuestros ojos. Con nuestras conversaciones a la velocidad de la luz y con nuestras carcajadas.

Llamame y dime que tienes ganas de empezar a escribir algo conmigo, un algo que no tenga final al más puro estilo la historia interminable...

Llamame y dime que me has hecho un hueco en tu vida. Que no he llegado tarde sino en el momento perfecto.


...O nunca más me llames.

domingo, 5 de febrero de 2012

'Beautiful Girls'





Queridos,
"¿Queréis saber cuál es vuestro problema?
La TV, Playboy y la jodida Madison Avenue.

Dejad que os explique una cosa. Las chicas con tetas grandes tienen culos grandes. Las de tetas pequeñas, tienen culos pequeños. Dios no se anda con pamplinas. Es un tipo justo. A las gordas les da hermosas tetas. Y a las delgaduchas, traseros pequeños. Si no os gusta, contádselo a él.
(Coge una revista porno dentro del mercado) Mirad lo que tenemos aquí. Es vuestra favorita. Esto os encanta. Bueno, pues no existe, ¿vale? Mirad ese pelo. Es largo y fluye como un río. No es más que un jodido postizo, ¿vale?

Y las tetas... ¡Por favor! ¡Podría colgar en ellas mi chaquetón! Las tetas se inventaron para dar de mamar a los niños. Son puramente funcionales. Éstas son como Silicona City.

Y aquí, mi favorito. Un pubis rasurado. El vello púbico es incontrolable. Así queda muy pulcro. ¡Es una burla! Es una vergüenza. Es una mierda.

Implantes, colágeno, cirugías plásticas, dientes con fundas. Liposucciones, tratamientos capilares, cirugía en la nariz, coños afeitados... No son reales, son engendros de belleza. Hacen que las demás, las mujeres normales, con muestras arrugas y estrías, con nuestra celulitis, nos sintamos inadecuadas. Pues no. […]

Sois unos putos tarados y no tenéis la menor posibilidad de pillar a una de esas mujeres. No os comprometéis con nosotras, las mujeres de verdad. Es patético. No sé en qué estáis pensando. A los 80 estaréis babeando en un asilo. Entonces decidiréis que es hora de sentar la cabeza y tener hijos. ¿Y qué haréis? ¿Casaros con una animadora? [...]

Si tuvieseis un poco de autoestima, de confianza en vosotros mismos, os daríais cuenta de que por absurdo que parezca la belleza está en el interior. ¿Y sabéis algo más? Si consiguieseis a una de esas chicas terminaríais hartos. Por perfecto que sea el pezón o por torneado que sea el muslo. Lo importante es que haya algo más en la relación aparte de lo físico".


-'Beautiful Girls', min. 36 (Ted Demme, 1996)-